Trabajo en seguros de decesos, pero mi vocación es el dibujo y la pintura, siempre he alternado mi trabajo del día a día con la pintura al aire libre y los concursos de pintura rápida los fines de semana. A lo largo de estos años he observado la pérdida irreparable de un ser querido, el dolor que produce la ausencia y el camino que recorremos a través del duelo. Para mí, mi trabajo y mi vocación siempre han sido mundos distintos.

Pero un día, recibí de un amigo, el encargo del retrato de un familiar cercano que había fallecido. Hablamos de esa persona y decidimos cual de las fotos que conservaba sería la más indicada. Decidí que un dibujo al grafito y carboncillo me permitiría recoger más fielmente el carácter y los gestos de esa persona. En unos días en dibujo estaba terminado. Siempre surgen los nervios antes de entregar un encargo, pero en cuanto vi la cara de emoción de mi amigo al ver el retrato no me quedó ninguna duda de que acababa de hacer algo mas que un simple dibujo. Para mí, el proceso de crear una obra de arte consiste en disfrutar con cada mancha o cada trazo, y al final, la satisfacción de ver como la obra aparece delante de i. Disfruto y sufro cada obra. Pero nunca he sido consciente de la carga emocional que se crea cuando reconoces en una obra de arte un paisaje familiar o el gesto en el retrato de un conocido.